Lo que necesitas es fe
Así como el centurión confió en la sola palabra de Jesús para sanar a su siervo, también tú puedes descansar en Su poder. No necesitas pruebas ni señales grandiosas: basta creer. Cuando confías plenamente en Él, su gracia obra incluso a la distancia y en lo imposible.
La fe que abre los mundos ocultos
El centurión de Lucas 7,1-10 entendió un secreto que también revela la Cábala: el universo responde a la alineación interna del corazón. Él no necesitó ver a Jesús tocar a su siervo; reconoció que la Palabra tiene fuerza creativa, que el Reino actúa en todos los niveles de la realidad.
En la Cábala, la fe (emuná) no es un pensamiento pasivo, sino una vibración que conecta los mundos superiores con el mundo físico. Cuando confías, tu alma se armoniza con el flujo divino (Shefa), y lo invisible se manifiesta. Así, como el centurión, podemos decir: “Señor, basta tu palabra”, sabiendo que en lo oculto ya comenzó la sanación.
Jesús nos enseña que esta fe no es privilegio de unos pocos. Es una llave disponible para todos: cuando tu corazón se abre, incluso desde la distancia o en medio de lo imposible, la Luz actúa. Lo que necesitas es fe.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (7,1-10):
En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaum. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado, a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado.
Ellos presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.»
Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: «ve», y va; al otro: «ven», y viene; y a mi criado: «haz esto», y lo hace.»
Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.»
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
Palabra del Señor