Dios, en su gran amor, nos envió a Jesús para mostrarnos el camino de regreso a Su presencia.
Sigue a Jesús para volver a la casa de Dios y experimentar el reino de los cielos aun en esta vida material, de modo que tu existencia se llene de gozo y paz.
Vive en paz, armonía y amor.
Recobra el camino hacia la justicia para alcanzar la gloria de Dios y la vida eterna.
Recuerda: sin pecado no hay tribulaciones.
Por ello, sigue a Jesús y vive en paz, armonía y amor.
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En este pasaje del Evangelio, Jesús llama a un recaudador de impuestos y se rodea de publicanos y pecadores. Al recibir críticas por su compañía, responde: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.” Con esas palabras, deja claro que los enfermos espiritualmente —es decir, los que viven alejados de Dios— son quienes más necesitan su misericordia.
Sin embargo, surge la pregunta: ¿Quién puede llamarse verdaderamente “justo” en este mundo? Un justo, según la Escritura, es quien cumple la voluntad de Dios. Pero todos, en algún momento, hemos fallado; así que el llamado de Jesús no excluye a nadie. Su invitación es para cada persona que reconozca sus faltas y desee volver al camino del Señor.
La omnipotencia de Dios y la conversión del corazón
Dios es todo poderoso y puede hacer milagros cuando así lo dispone. Aun así, lo que un verdadero seguidor de Jesús debe buscar no es únicamente un acontecimiento sobrenatural, sino la conversión del corazón para vivir como un justo, cumpliendo la voluntad divina. Entonces, si Dios lo permite, el milagro que pedimos sucederá; pero el verdadero milagro es lograr esa transformación interior que nos acerca a la santidad.
Oración íntima y restauración espiritual
Para alcanzar la conversión del corazón, necesitamos acudir a la oración íntima, abriendo nuestro interior a la gracia de Dios. En ese diálogo sincero, el Espíritu Santo obra en nosotros, restaurando nuestra alma y guiándonos a una vida de fe y obediencia.
La salvación del alma: la meta suprema
En última instancia, lo más importante es la salvación de nuestra alma. Jesús vino al mundo para llamarnos al arrepentimiento y ofrecernos la oportunidad de reencontrarnos con el Padre. Si aceptamos su invitación, nos encaminamos a la verdadera vida en abundancia aquí en la tierra y, sobre todo, a la vida eterna junto a Dios.
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Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,13-17):
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él, y les enseñaba.
Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Se levantó y lo siguió. Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos: «¡De modo que come con publicanos y pecadores!»
Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Palabra del Señor.