Jesús nos revela que nadie conoce el día ni la hora de la venida del Señor. Por eso, debemos estar siempre preparados, haciendo su voluntad y viviendo una vida de fe, si nuestro anhelo es llegar a la casa de Dios.

Una vida de fe es una vida de preparación constante, día tras día, para ser mejores personas, creyendo y siguiendo el camino de Dios.

Vive cada día como si fuera el último, para que tu alma esté siempre lista para retornar a la casa de Dios.

Vive despierto para el Reino

Jesús nos invita a no temer, porque el Padre se complace en darnos el Reino. Pero también nos recuerda que el Reino no es solo una promesa futura, sino una responsabilidad presente. La cábala nos enseña que la vida es un campo donde cada acción siembra luz o sombra, y que cada instante es una oportunidad para elevar nuestra alma.

Jesús habla de estar vigilantes, como siervos que esperan el regreso de su Señor. En la cábala, esto se entiende como el estado de hitbodedut interior, una consciencia despierta que no se duerme en la rutina, sino que mantiene encendida la lámpara del espíritu. El alma que está alerta no solo obedece por temor al castigo, sino por amor al Creador y por el deseo de participar en la obra divina de restaurar el mundo (tikkun olam).

Cuando Jesús dice que “a quien mucho se le dio, mucho se le exigirá”, la cábala nos recuerda que cada don, cada talento y cada revelación recibida, son chispas de luz que debemos multiplicar. No se trata de acumular tesoros materiales, sino de invertir en la eternidad: amor, compasión, justicia y verdad.

El verdadero siervo fiel no vive para complacerse a sí mismo, sino para alinear su voluntad con la Voluntad divina. Porque sabe que cuando el Señor llame, lo único que contará no serán los logros visibles, sino la fidelidad invisible que guardó en su corazón.

Por eso, si deseas heredar el Reino, mantente despierto. Vigila tus pensamientos, purifica tus intenciones y haz que cada obra que realices sea una ofrenda de amor al Creador. Así, cuando Él llegue, no te encontrará distraído, sino listo para entrar en la alegría de su casa.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,32-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Palabra del Señor.

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