Jesús nos muestra el camino, enseñándonos lo que debemos corregir en nosotros mismos mientras nos revela cómo funciona el Reino de Dios.

Existe una ley espiritual llamada «medida por medida», y la forma de vivirla para nuestro bienestar es trabajando en el perfeccionamiento del alma, sanando el corazón, y recordando que somos pensamiento, palabra y acción.

Debes saber que cuando emites un juicio, en el cielo tú también serás juzgado.
Por eso, enfócate mejor en lo que debes transformar en ti, y acepta con amor lo que te ha sucedido.

Primero sana tu alma… y verás con claridad

Jesús nos dice en el Evangelio:
«No juzguéis, y no seréis juzgados… ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Déjame sacarte la mota del ojo”, teniendo tú una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano».
(Mateo 7,1-5)

Estas palabras no solo corrigen el juicio exterior, también nos revelan una ley espiritual profunda, que la cábala llama midá kenégued midámedida por medida.
Todo juicio que emitimos se convierte en un reflejo que regresa a nosotros.
No como castigo, sino como espejo.

La cábala enseña que la realidad que ves fuera está ligada a lo que aún no has corregido dentro.
Por eso, el juicio no solo es injusto… también es inútil.
Porque te distrae de tu verdadero trabajo: el perfeccionamiento del alma.

Cuando señalas la falta del otro sin haber sanado tus propias heridas, actúas desde el ego.
Y el ego no ve con claridad.
Ve con filtros, con dolor, con sombra.
Ve la “mota” del otro, pero no reconoce la “viga” que lo distorsiona todo desde adentro.

Jesús no está diciendo que ignoremos la verdad o que neguemos el error.
Está diciendo que la corrección comienza por uno mismo.
Que el alma madura cuando deja de proyectar y empieza a transformar.

En la cábala, se nos enseña que cada vez que juzgas, activas un juicio sobre ti en los mundos superiores.
Pero cuando comprendes, perdonas y trabajas en ti, activas rajamim, misericordia.
Y donde hay misericordia, hay luz.
Y donde hay luz, hay visión.

Por eso, antes de hablar del otro… detente.
Mira dentro.
¿Qué parte de ti necesita ser sanada para dejar de ver con dureza?
¿Qué herida está pidiendo atención disfrazada de juicio?

El alma no evoluciona criticando al mundo, sino corrigiéndose a sí misma.
Y cuando lo haces, algo cambia: ves con más amor, hablas con más sabiduría, y tu juicio se transforma en compasión.

Entonces sí, podrás ayudar al otro.
No desde la superioridad, sino desde la humildad de quien ya se dejó tocar por Dios.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,1-5):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Déjame que te saque la mota del ojo», teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»

Palabra del Señor.

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