Jesús nos enseña a través del Evangelio que nuestro Padre Celestial es quien provee todo. Nuestra misión es actuar con confianza y amor, recordando que somos imperfectos y necesitamos la gracia de Dios.
La confianza radica en interiorizar un sentimiento de optimismo basado en la fe, creyendo sin dudar que todo lo que sucede en esta vida es para nuestro bien y que todo ocurre por el amor de Dios. Saber que Dios, nuestro Padre Celestial, está a cargo de todo nos da paz y seguridad.
Tener fe es creer en las promesas de Dios.
Por eso, no tengas miedo, solo ten fe.
«Padre, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.»
Recuerda: «Busca primero el Reino de Dios, y todo lo demás vendrá por añadidura.»
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Confiar en Dios y en Sus Promesas
En el Evangelio de Lucas (5,1-11), Pedro y sus compañeros regresan de una noche de pesca sin resultados. El cansancio y la frustración los acompañaban, porque habían hecho todo lo que estaba en sus manos, pero sin fruto alguno. Es entonces cuando Jesús les dice: «Rema mar adentro y echen las redes para pescar». Pedro, a pesar de sus dudas y agotamiento, confía en la palabra de Jesús, y el milagro acontece: una pesca abundante que supera toda expectativa.
Desde la mirada de la Cábala, este episodio revela un misterio profundo. El mar simboliza las aguas ocultas del mundo espiritual, y las redes representan nuestras acciones y plegarias que descienden al inconsciente de la creación. Muchas veces sentimos que nuestras redes vuelven vacías, pero el Zóhar enseña que ninguna acción hecha con fe se pierde; todo queda sembrado en lo oculto, esperando el momento en que Dios decide revelarlo.
Pedro creyó primero y luego vio. Esa es la enseñanza del justo, el tzadik, quien abre los canales de bendición porque actúa con fe incluso en la oscuridad. La confianza es lo que permite que la energía divina fluya de lo invisible a lo visible. En términos cabalísticos, cuando confiamos en Dios, unimos lo que está “arriba” (las promesas celestiales) con lo que está “abajo” (nuestras acciones concretas).
Jesús nos invita a vivir con esa fe creadora: dar pasos seguros aunque no veamos resultados inmediatos, sabiendo que en cada acto de confianza se libera una chispa de luz que transforma la realidad. Aunque nos sintamos indignos, como Pedro, Dios no nos elige por perfección, sino por disposición. Cuando ponemos Su Reino en el centro, atraemos sobre nuestra vida el flujo de abundancia que proviene del mismo corazón divino.
Hoy, Jesús te dice: «No tengas miedo, solo ten fe». ¿Estás dispuesto a lanzar tus redes una vez más, sabiendo que cada acto de confianza abre los cielos y hace descender la bendición?
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Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,1-11):
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»
Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a lo socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.