Jesús vino al mundo para mostrarnos el amor de Dios y enseñarnos a caminar en lo espiritual siguiendo Su palabra, para así cumplir la voluntad de nuestro Padre que está en el cielo.

Que seas sanado y que tus ojos se abran para ver el sendero que te lleva de regreso a la casa de Dios.

Y si ya recibiste tu milagro, ¿qué esperas para volver a Él?

Leer mas

La luz que despierta en el interior

Hay momentos en los que avanzamos por la vida sin darnos cuenta de que caminamos a oscuras. No es una oscuridad que cubra el mundo, sino una que se instala dentro, apagando la percepción de lo sagrado, alejándonos de la profundidad espiritual que anhela nuestra alma. Desde la sabiduría de la cábala y los destellos del Zohar, esta ceguera interior es el estado natural del ser humano que aún no ha despertado.

La verdadera ceguera no es física: es la incapacidad de ver la vida espiritual que late detrás de cada instante. Y la verdadera sanación no consiste en recuperar la visión externa, sino en abrir la conciencia para reconocer quiénes somos y hacia dónde estamos llamados.

Cuando un alma clama por ver, no pide imágenes ni señales; pide sentido. Pide luz para descender a sus habitaciones internas y encontrar la chispa divina que, según enseña la cábala, brilla incluso en los rincones más ocultos. Esa chispa es la Or Pnimi, la luz interna que no se manifiesta en los ojos, sino en la claridad del corazón.

Recobrar la vista es un acto de retorno: regresar hacia uno mismo para descubrir que el camino espiritual no comienza afuera, sino dentro. Nuestro viaje más sagrado es hacia la raíz de nuestra propia alma. Quien se atreve a mirar hacia adentro comienza a ver la realidad desde la conciencia, y no desde la ilusión.

Por eso, más allá de cualquier dolencia o enfermedad, el milagro más grande es despertar a la visión interior. Es aprender a ver hacia el espíritu, no con los ojos, sino con la conciencia viva. Solo así el ser humano deja de tropezar en la oscuridad y comienza a caminar hacia la casa de Dios, guiado por la luz que Él encendió dentro de cada uno.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,35-43):

Cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron:
«Pasa Jesús el Nazareno».
Entonces empezó a gritar:
«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».
Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
«Hijo de David, ten compasión de mí!».
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?».
Él dijo:
«Señor, que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Recobra la vista, tu fe te ha salvado».
Y enseguida recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.

Palabra del Señor.