En el relato del Evangelio según Mateo (1,18-24), encontramos un mensaje profundo que trasciende el tiempo: Jesús vino al mundo para enseñarnos el amor de Dios y para quedarse con nosotros. Este pasaje no solo narra el nacimiento de Jesús, sino que también revela lecciones cruciales sobre la fe, la obediencia y el amor incondicional.

En primer lugar, reflexionemos sobre la importancia de permitir que el Espíritu Santo descienda sobre nosotros y habite en nuestro interior. Al abrir nuestro corazón a la guía divina, nos capacitamos para obrar de acuerdo a la voluntad de Dios. Así, creamos un espacio sagrado donde Jesús puede nacer en nosotros, transformando nuestras vidas con su amor redentor.

Tomemos ejemplo del amor de San José, quien, en medio de la incertidumbre, demostró prudencia, justicia y obediencia. En nuestros propios caminos, enfrentamos desafíos y decisiones difíciles. La prudencia nos guía en la toma de decisiones sabias, la justicia nos orienta hacia el bien común, y la obediencia a la voluntad divina nos alinea con el propósito de Dios en nuestras vidas.

El llamado a seguir el ejemplo de San José es un recordatorio de que el amor todo lo puede. En un mundo a menudo marcado por la indiferencia y la discordia, el amor que Jesús enseñó y encarnó es la fuerza transformadora que puede sanar y unir. Que nuestra vida diaria refleje este amor, trascendiendo barreras y generando un impacto positivo en nuestro entorno.

Recordemos las palabras conmovedoras de Jesús: «Misericordia quiero y no sacrificios». Enfaticemos la importancia de la compasión y la benevolencia sobre las acciones rituales vacías. Al vivir la misericordia, nos alineamos con la esencia del mensaje de Jesús y nos convertimos en instrumentos de su amor en el mundo.

La historia de Jesús, San José y la voluntad de Dios en Mateo 1,18-24 nos invita a permitir que el amor divino transforme nuestras vidas. Al abrirnos al Espíritu Santo, seguir el ejemplo de San José y practicar la misericordia, nos convertimos en portadores de la luz de Jesús, extendiendo su amor a todos aquellos que cruzan nuestro camino. Que esta reflexión nos inspire a vivir de manera que Jesús nazca en nuestros corazones cada día.

Escucha a Dios como San Jose.

San José, un hombre justo y fiel, experimentó la comunicación divina de manera única: a través de sueños. Dios le hablaba en la quietud de la noche porque la voluntad de San José era estar cerca de Dios en todos los aspectos de su vida. Su justicia no solo se manifestaba en la observancia de la ley, sino también en su disposición a escuchar la voz de Dios en los momentos más íntimos de su ser. San José no solo obedecía externamente, sino que su corazón estaba sintonizado con la voluntad divina.

¿Por qué era considerado justo? La justicia de San José radicaba en su prudencia, su integridad y su amor a Dios. Su disposición a aceptar y actuar según las revelaciones divinas, incluso cuando estas desafiaban la lógica humana, lo eleva como un modelo de obediencia y confianza. Además, su amor por María, a pesar de las circunstancias aparentemente difíciles, muestra la profundidad de su compromiso con el amor y la voluntad de Dios.

En nuestra propia búsqueda de justicia, como tzadiks en el sentido más amplio, podemos encontrar inspiración en la vida de San José. Si nuestra voluntad es hablar con Dios, abrirnos a Su guía y aceptar sus designios, es probable que experimentemos la comunicación divina en nuestros sueños. Así como Dios se comunicó con San José en los momentos más íntimos de su descanso, puede también hablarnos a nosotros cuando nuestros corazones y mentes están abiertos a Su voz.

La relación entre San José y la comunicación divina en sueños nos invita a reflexionar sobre la profundidad de nuestra propia conexión con Dios. ¿Estamos dispuestos a escuchar en silencio, a confiar en Su dirección incluso cuando no comprendemos completamente? Sigamos el ejemplo de San José, siendo justos y abiertos a la voz de Dios que, a menudo, se manifiesta en los susurros de nuestros sueños y en la serenidad de nuestro corazón.

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