En el Evangelio de Lucas (11,47-54), encontramos una poderosa enseñanza de Jesús que sigue siendo relevante en nuestros días. El mensaje central de Jesús es claro: «Sé bueno, sigue las enseñanzas de Jesús, deja que se encarne en ti para que así seas tú gestor del cambio en el camino a la redención. Sé bueno, por el bien de tu alma y el bien de todos».
Jesús nos insta a ser buenos, no solo por el bien de nuestra alma, sino también por el bien de toda la humanidad. Su mensaje es una invitación a vivir de acuerdo con sus enseñanzas, a encarnar su amor y compasión en nuestras vidas diarias. Cuando hacemos esto, nos convertimos en portadores de la luz de Cristo, proclamando su mensaje de amor y redención a través de nuestras acciones.
El pasaje también nos recuerda que cuando Dios nos unge, lo hace con un propósito mayor. No se trata solo de nuestra salvación personal, sino de convertirnos en proclamadores de su reino. Si optamos por ocultar o evitar que otros se acerquen al amor de Dios, nos estamos convirtiendo en avivados, cegados por nuestra propia avaricia. Dios desea que todas las almas se salven, y al negarles el acceso al reino, nos estamos privando de la verdadera redención.
La mala inclinación del ser humano a veces nos impide ver que para alcanzar un mundo de redención, debemos permitir que la bendición de Dios alcance a todos. Puede ser que nos dé vergüenza mostrar la unción del Señor en nosotros, pero debemos recordar que ser bueno es beneficioso para nuestra alma y para todos los que nos rodean.
Miremos el ejemplo de Jesús: a pesar de su condición divina, nunca se enojó ni se defendió cuando lo trataban mal. Jesús es el único que permitió que lo trataran de la manera más humillante posible, porque ya era un ser totalmente distinto. Ser como él, incluso en un uno por ciento, cuenta innumerables veces en la senda de la redención. Si buscamos seguir sus pasos, seremos verdaderos agentes del cambio en el camino hacia la redención, y seremos testigos vivos del poder transformador del amor de Dios.
En resumen, el mensaje de Jesús en Lucas (11,47-54) es una llamada a la bondad, a seguir sus enseñanzas, y a convertirnos en instrumentos de redención. Al ser buenos por el bien de nuestra alma y el bien de todos, estamos cumpliendo con el propósito divino de llevar la luz de Cristo al mundo. No ocultemos la unción del Señor en nosotros, permitamos que su amor fluya a través de nuestras vidas y así participemos en la redención de las almas y la transformación del mundo.