Jesús nos enseña la mejor manera de vivir esta vida terrenal, revelándonos que existe una ley espiritual de medida por medida.

Por ello, es mejor ser misericordiosos para así recibir la misericordia de Dios.

Cuando tienes fe, aceptas la voluntad de Dios, actúas con rectitud y das gracias por todo.

Es mejor llevar una vida simple para recibir los dones de Dios. No dejes que tu ego te prive de este regalo; elimina la soberbia y vive en amor.

Que la gracia del Señor Jesucristo descienda sobre nosotros para vivir en un mundo de redención.

La Ley Espiritual de Medida por Medida: Misericordia y Redención

En el Evangelio de Lucas (6,36-38), Jesús nos revela un principio espiritual profundo: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosante pondrán en vuestro regazo, porque con la medida con que midáis, se os medirá”.

Este pasaje nos habla de la ley espiritual de medida por medida (midá kenegued midá), un principio también central en la Cábala. Según la sabiduría judía, el universo opera con un equilibrio divino en el que nuestras acciones generan respuestas equivalentes en el plano espiritual y material. Lo que damos, recibimos. Lo que sembramos, cosechamos. La energía que emanamos, nos regresa.

En la Cábala, este principio está ligado a la sefirá de Jesed (misericordia) y la sefirá de Gevurá (juicio). La misericordia abre los canales de abundancia y bendición, mientras que el juicio estricto genera limitaciones y obstáculos. Cuando actuamos con compasión, despertamos la compasión divina sobre nuestras vidas. Si, en cambio, somos duros con los demás, nos exponemos a ser medidos con la misma vara.

Jesús nos invita a elegir el camino de la misericordia, a soltar el juicio y a confiar en la voluntad de Dios. La Cábala enseña que, cuando anulamos nuestro ego y nos alineamos con el flujo divino, permitimos que la luz de Dios nos transforme. La soberbia nos desconecta de la abundancia espiritual, pero la humildad y el amor nos acercan a la redención.

Vivir con misericordia no es solo una elección moral, sino una llave para recibir la gracia divina. Dar sin esperar, amar sin condiciones y perdonar sin reservas nos abre las puertas de un mundo donde la justicia se funde con la bondad. Así, permitimos que la Shejiná, la presencia divina, repose en nuestra vida y nos guíe hacia la plenitud espiritual.

Que podamos vivir en la certeza de que cada acto de bondad retorna multiplicado, y que la misericordia de Dios nos envuelva y nos conduzca a un mundo de redención.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,36-38):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».
Palabra del Señor.

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