Jesús nos enseña que, a través de nuestro testimonio de vida, podemos ser precursores de la fe, mostrando al mundo cómo actúa Él en nosotros.

Que tu testimonio se refleje en tu manera de vivir, inspirando a otros a encontrar la verdadera felicidad en la fe.

Recuerda que es Dios quien obra a través de nosotros cuando dejamos de lado el ego y nos disponemos a cumplir su voluntad.

Que Dios te bendiga.

El Testimonio de la Luz: Reflejando la Voluntad Divina

En el evangelio de Juan (5,31-47), Jesús habla sobre la importancia del testimonio y de la verdadera conexión con Dios. Él explica que su misión no es basada en su propia gloria, sino en el cumplimiento de la voluntad del Padre. Dice que hay testimonios que validan su misión: el testimonio de Juan el Bautista, el testimonio de las obras que realiza, el testimonio del Padre y el testimonio de las Escrituras. Sin embargo, aquellos que escuchan no creen porque sus corazones no están abiertos a recibir la verdad.

Desde la perspectiva de la cábala, esto nos habla de un principio fundamental: el verdadero testimonio de la fe no se encuentra solo en las palabras, sino en la manifestación de la Luz divina en nuestra vida. La fe no es algo estático ni meramente intelectual; es una realidad que debe ser experimentada, vivida y reflejada a través de nuestras acciones.

En la cábala, la idea de «testimonio» está relacionada con Yesod, la sefirá que conecta el mundo espiritual con el mundo material. Yesod es el canal por el cual la energía divina se transmite a la realidad, y su función es la de ser un puente entre lo alto y lo bajo. Cuando Jesús habla de que sus obras testifican sobre Él, está diciendo que la Presencia Divina se manifiesta a través de sus acciones, y eso es lo que confirma su conexión con el Padre.

Nosotros también estamos llamados a ser ese testimonio vivo. Nuestra vida debe ser un reflejo de la Luz divina, de modo que otros puedan ver la acción de Dios a través de nosotros. Pero para lograrlo, es necesario vaciar el ego, porque el ego es lo que impide que la luz fluya. En la cábala, el ego es visto como una barrera que bloquea la bendición y nos separa de la voluntad divina.

Cuando Jesús dice: «No puedo hacer nada por mí mismo» (Juan 5,30), nos está recordando que el verdadero poder no proviene de uno mismo, sino de Dios. Este es el principio de Bitul HaYesh, la anulación del «yo» ante la voluntad divina. No significa perder la identidad, sino reconocer que nuestra esencia más profunda proviene de Dios y que solo a través de Él podemos hacer obras verdaderamente trascendentales.

¿Cómo aplicamos esto en nuestra vida?

Si queremos ser testigos de Dios, debemos empezar por transformar nuestro interior. Si seguimos a Jesús, no basta con proclamarlo con palabras; nuestras acciones deben reflejar su enseñanza. Cuando dejamos que Dios actúe en nosotros, Él es quien obra a través nuestro. Pero para que esto ocurra, debemos limpiar nuestra alma de barreras como el orgullo, la arrogancia y el deseo de reconocimiento personal.

Jesús nos dice: «No recibo gloria de los hombres» (Juan 5,41). Esto es una lección importante: si buscamos el reconocimiento de los demás más que la aprobación de Dios, no estamos viviendo en la verdad. En la cábala, esto se relaciona con el concepto de Klipot, que son las «cáscaras» que ocultan la Luz divina. El deseo de reconocimiento egoísta es una de esas klipot, porque nos aleja de la verdadera conexión con la Fuente.

Para dar testimonio de Dios, debemos permitir que su Luz fluya a través de nosotros. Esto se logra a través de la fe, la humildad y la acción consciente de alinearnos con su voluntad. Cuando logramos esto, no solo iluminamos nuestro propio camino, sino que nos convertimos en faros de Luz para los demás.

¿Tu vida refleja el testimonio de Dios? ¿Estás permitiendo que Él actúe a través de ti, o sigues atrapado en las klipot del ego? Recuerda que el verdadero testimonio no está en lo que dices, sino en lo que irradias con tu vida.

Que podamos abrir nuestro corazón para permitir que la Luz del Creador fluya a través de nosotros, transformando nuestra vida y siendo testigos vivos de su Presencia en el mundo.

Que Dios te bendiga.


Lectura del santo evangelio según san Juan (5,31-47):

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

Palabra del Señor.

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