Estamos en este mundo para servir y conocer a Dios, viviendo en santidad según su voluntad.

Dios desea que volvamos a Él, y por eso nos ha enviado a Jesús, quien nos muestra el camino hacia la vida eterna. Vive, entonces, según sus enseñanzas y acepta con humildad la voluntad de Dios.

Recuerda qué es lo verdaderamente importante: la salvación del alma.
No te dejes engañar por los bienes materiales, porque como bien sabes, son pasajeros.

El alma que eligió servir

Desde la mirada de la cábala, el alma no nace por casualidad. Cada alma es una chispa divina que desciende al mundo con una misión. Antes de encarnarse, el alma contempla su propósito y acepta voluntariamente el camino que habrá de recorrer en esta vida. No venimos a improvisar; venimos a recordar.

El Evangelio según San Mateo (20,20-28) nos muestra un momento profundo: los discípulos, como muchos de nosotros, anhelan lugares de honor. Pero Jesús, con la sabiduría del cielo, les revela que la verdadera grandeza está en servir. No se trata de estar por encima, sino por debajo, como cimiento, como puente, como ofrenda. Porque el que sirve desde el amor se asemeja más a Dios que el que domina desde el poder.

La cábala nos enseña que cada alma tiene un tikkun, una corrección espiritual, una tarea que viene a completar. Y hay almas que, antes de nacer, aceptan caminos difíciles. Aceptan humillaciones, pobreza, sacrificios, enfermedades o incluso roles de servicio oculto, sabiendo que allí encontrarán el pulso de su elevación. Estas almas están hechas para seguir el ejemplo de Jesús: dar la vida, no por obligación, sino por amor.

Jesús no solo vino a salvar, vino a enseñarnos cómo se salva: sirviendo. Por eso, en este mundo, cuando eliges servir, aunque el mundo te vea como pequeño, el cielo te ve como grande.

Y cuando la vida se vuelve exigente, cuando sientas que tu camino es más duro que el de otros, recuerda: puede que tu alma haya elegido este camino desde antes. No para sufrir en vano, sino para cumplir una misión mayor. Como dijo Jesús, “el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos”.

Por eso, vive en santidad, busca a Dios, y acepta su voluntad. No te distraigas con los bienes materiales que el mundo ofrece, porque son como el rocío que desaparece con el sol. Lo eterno es el alma, y el alma vino a servir y a volver a casa.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (20,20-28):

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?»
Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.»
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»

Palabra del Señor