Jesús nos invita a seguirlo en el camino de la fe para que vivamos mirando siempre hacia adelante, siempre contentos, siempre aprendiendo y sin apegos al pasado; para así llegar al Reino de Dios.
Recuerda siempre que todo es para el bien de tu alma y que la meta es la vida eterna.
Lo que pasó, ya pasó.
Sigue adelante con tu nueva vida, viviendo en alegría.
La libertad del alma y el desapego del pasado
En este pasaje, Jesús nos muestra que seguirlo no es un camino de comodidad ni de seguridades terrenales. Él mismo dice que “el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”, revelando que el discípulo auténtico debe aprender a caminar en la incertidumbre del mundo, confiando plenamente en el Padre.
Desde la cábala comprendemos que el alma desciende al mundo con una misión única: realizar su tikún, su reparación. Pero este propósito solo se cumple cuando aprendemos a soltar los apegos que atan nuestra energía al pasado. Cada recuerdo doloroso, cada culpa, cada nostalgia excesiva, es una cadena que impide al alma elevarse.
Jesús, al invitar a dejar que “los muertos entierren a sus muertos”, nos enseña el secreto de la transformación espiritual: no vivir atados a lo que ya terminó. En lenguaje cabalístico, esto es liberar la nitzotz, la chispa divina, de las klipot —esas cortezas que aprisionan la luz—. Aferrarse al ayer es permanecer en la corteza; avanzar con fe es liberar la chispa y permitir que el alma brille con todo su resplandor.
El Reino de Dios es un horizonte que siempre está adelante. Quien mira atrás se pierde en el espejismo de lo que ya no existe. Quien sigue caminando, incluso con incertidumbre, está ya participando del misterio eterno.
La enseñanza es clara: la vida eterna no se conquista acumulando seguridades, sino soltando cada día las cadenas del pasado para caminar ligeros hacia la luz.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,57-62):
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: «Sígueme.»
Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»
Palabra del Señor.