
Jesús nos enseña que Dios es amor y que tiene un profundo respeto por el ser humano.
Por eso, sé respetuoso con los demás y no juzgues el caminar espiritual o terrenal de otros.
El camino de cada alma hacia el Reino de Dios en este mundo es diferente.
El secreto está en vivir el amor de Dios tal como Jesús nos enseñó.
El Señor del Sábado y el Misterio del Alma
En Lucas 6,1-5 vemos a Jesús defendiendo a sus discípulos cuando los fariseos los critican por arrancar espigas en sábado. Su respuesta es contundente: el Hijo del Hombre es Señor del sábado. Con esto nos enseña que la ley existe para dar vida, no para esclavizar al hombre.
La cábala nos revela que cada alma viene a este mundo con un recorrido único, un tikkun —una misión de corrección y plenitud—. Cuando juzgamos el caminar de los demás, olvidamos que cada paso de su historia responde a un propósito oculto que solo Dios conoce.
Así como los discípulos recogían espigas para alimentarse, cada ser humano recoge experiencias para nutrir su alma. Lo que a simple vista parece una falta puede ser, en lo profundo, parte del proceso que lo acerca a la luz divina.
Jesús nos muestra que la verdadera santidad no está en la rigidez, sino en vivir el amor de Dios. Y la cábala nos recuerda que ese amor se manifiesta respetando el misterio de cada alma. Por eso, más que juzgar el camino de otros, atendamos al nuestro y aprendamos a vivir con misericordia y amor, porque en ello está el verdadero descanso del sábado y la llave del Reino.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,1-5):
Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano.
Unos fariseos les preguntaron: «¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?»
Jesús les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.»
Y añadió: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»
Palabra del Señor.