Jesús nos enseña a aceptar la voluntad del Padre con amor, con su ejemplo de vida. A pesar de saber lo que le iba a suceder, acepta con amor su destino, declarando:
«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él.»
Todo es voluntad de Dios. Por eso, la gloria es para nuestro Padre Celestial, que tiene un plan divino para nuestra alma en este caminar terrenal. Deja que el Espíritu Santo actúe en ti.
Acepta todo en esta vida con amor y pide la fe.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Amén.
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El plan divino y el amor que no juzga
En el evangelio de Juan, Jesús anuncia que será traicionado. Él ya lo sabe. Conoce el corazón de Judas, conoce el destino que se avecina, y aún así no reacciona con odio ni rencor. Desde la perspectiva humana, esto es incomprensible. Pero desde la sabiduría espiritual —y especialmente desde la mirada de la cabala—, podemos entender que todo forma parte del plan divino.
La cabala enseña que este mundo material está tejido por una red invisible de propósitos superiores. Nada sucede por casualidad. Incluso lo que parece injusto o doloroso, tiene su lugar en la corrección del alma (tikkún) y en el despliegue de la voluntad divina. Judas, en su traición, no escapa al plan. Y Jesús lo sabe.
Por eso, no lo condena. No lo maldice. Solo le dice: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto.” No hay juicio. Hay conciencia espiritual.
Este es el gran mensaje: el amor de Jesús trasciende la traición, porque Él no ve solo los actos, sino el sentido oculto detrás de ellos. Jesús vive en conexión total con el Creador, y por eso puede aceptar con paz lo que para otros sería inaceptable.
La enseñanza para nosotros es clara:
Debemos aprender a ver más allá de las apariencias, a entender que incluso el dolor o la injusticia pueden tener una función oculta. Que el alma debe confiar en el plan de Dios, aunque no lo comprenda. Y sobre todo, que el verdadero amor no juzga, sino que entrega.
Así, como enseñan los sabios, lo espiritual siempre debe estar por encima de lo material. Lo visible es solo un reflejo. Lo esencial está en lo invisible, donde el alma se encuentra con su propósito eterno.
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Lectura del santo evangelio según san Juan (13,21-33.36-38):
En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:
– «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
– «Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
– «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.
Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:
– «Lo que vas hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo Jesús:
– «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros:
«Donde yo voy, vosotros no podéis ir»»
Simón Pedro le dijo:
– «Señor, ¿a dónde vas?».
Jesús le respondió:
– «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».
Pedro replicó:
– «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti».
Jesús le contestó:
– «¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».
Palabra del Señor.