Jesús nos recuerda la importancia de la pureza del corazón, esa fuente de luz de la que nacen los sentimientos de amor.

Por eso, procura mantener siempre buenos pensamientos, que tus palabras sean impecables y que tus acciones estén llenas de amor a Dios.

Recuerda: Dios es bueno, y el mal surge únicamente del pensamiento del hombre.

La pureza interior: el verdadero reflejo de la luz

En el Evangelio de Mateo (23,27-32), Jesús revela una verdad incómoda: la distancia que puede existir entre lo que mostramos y lo que realmente somos. “Sepulcros blanqueados” los llama, hermosos por fuera pero corrompidos por dentro. Sus palabras son un llamado a reconocer que la verdadera pureza no se encuentra en las apariencias, sino en la raíz secreta del corazón.

La cábala enseña que el alma es como una vasija creada para recibir la luz divina. Esa luz es la esencia misma de Dios que desciende constantemente, buscando un espacio donde reposar. Pero si la vasija está llena de engaño, orgullo o hipocresía, la luz rebota y se pierde en la oscuridad. Solo cuando el interior se limpia —cuando la intención es pura— la luz puede habitar en nosotros y expandirse hacia el mundo.

Jesús y la cábala nos muestran la misma senda: lo externo solo tiene valor si refleja lo interno. Las palabras, los actos y hasta las formas de religiosidad son auténticas únicamente cuando nacen de un corazón alineado con la verdad. No se trata de aparentar santidad, sino de dejar que la luz divina penetre en las profundidades del ser para transformar desde adentro.

Purificar el corazón significa desprenderse del ego, del deseo de reconocimiento y del temor a perder. Significa abrir la vasija del alma y dejar que la chispa divina que habita en nosotros —esa chispa que la cábala llama nitzotz— vuelva a brillar con toda su fuerza. Solo entonces lo que mostramos por fuera será un espejo fiel de lo que somos por dentro: portadores de la luz de Dios.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,27-32):

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: «Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas»! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!»

Palabra del Señor.