Vacía el ego del adulto que habita en ti y vuelve a ser como un niño, viviendo con humildad bajo la Palabra de Dios, y cuida de los más pequeños.
La misión de un padre en este mundo es enseñar a sus hijos la Palabra de Dios y un oficio. Eso es trabajar por el Reino de Dios.
Jesús nos enseña a volver al corazón de un niño
En el evangelio vemos cómo Jesús recibe a los niños y declara: «Dejad que los niños vengan a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos».
La Cábala nos muestra que el alma, en su esencia más pura, es como la de un niño: inocente, abierta y libre de máscaras. El ego del adulto nos va llenando de orgullo, juicios y deseos que oscurecen esa luz original. Sin embargo, el camino espiritual consiste en retornar a esa raíz, al estado de simplicidad y confianza donde el alma se conecta directamente con la Fuente divina.
Ser como un niño no significa ser ingenuo, sino recuperar la humildad y la capacidad de asombro. Significa confiar plenamente en que Dios es nuestro Padre, que nos cuida y nos guía, incluso en lo que no comprendemos. En la Cábala, este retorno al estado de pureza se llama teshuvá, el regreso al origen luminoso del alma.
Jesús nos invita a que soltemos la dureza del corazón adulto y aprendamos de los pequeños, que se acercan con amor, confianza y transparencia. Solo así podremos entrar en el Reino de los cielos, que comienza aquí y ahora, en el interior de quien se abre a Dios con la sencillez de un niño.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,13-15):
En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban.
Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.»
Les impuso las manos y se marchó de allí.
Palabra del Señor.