En nuestra búsqueda de la plenitud y la alegría en la vida, a menudo buscamos secretos o fórmulas mágicas que nos lleven a ese estado de felicidad permanente. Sin embargo, en el Evangelio de Juan (15,9-17), Jesús nos ofrece un camino claro y transformador hacia esa plenitud que anhelamos.
Como mencioné en una reflexión anterior, Jesús nos enseña que el secreto para vivir alegres y en plenitud radica en permanecer en sus mandamientos. Esta enseñanza va más allá de simplemente seguir reglas; implica una profunda conexión con el amor divino y una disposición a vivir de acuerdo con ese amor.
Al permanecer en los mandamientos de Jesús, abrimos las puertas para recibir la gracia y todo lo que pidamos en su nombre. Esto no significa que nuestra vida estará exenta de desafíos o dificultades, pero nos asegura que no estamos solos en nuestro camino. Como hijos e hijas del Padre Celestial, somos sostenidos por su amor y cuidado, y podemos confiar en que Él nos guiará a través de cualquier prueba.
Es importante recordar que todos tenemos la capacidad de volver a Dios en cualquier momento. El arrepentimiento sincero y el retorno a Él son elementos esenciales en nuestro camino espiritual. Pero el verdadero desafío comienza una vez que hemos tomado la decisión de regresar al reino divino.
Jesús nos enseña a aceptar con amor todo lo que debemos vivir como parte de nuestra corrección espiritual. Esto incluye el proceso de expiación de nuestros pecados y el crecimiento en virtud y santidad. A través de estas experiencias, aprendemos a rendirnos al amor incondicional de Dios y a permitir que Él transforme nuestros corazones.
Por lo tanto, vivir en plenitud según el Evangelio de Juan no se trata solo de buscar la felicidad personal, sino de abrazar con gratitud y amor todo lo que la vida nos presenta. Es un viaje de fe, esperanza y amor, en el cual confiamos en el plan divino para nuestras vidas y nos entregamos a Él con confianza y humildad.
El Evangelio de Juan nos invita a vivir en plenitud mediante la permanencia en los mandamientos de Jesús, el arrepentimiento sincero y la aceptación amorosa de nuestra corrección espiritual. En este camino, encontramos la verdadera alegría que solo puede venir del amor divino.