Fe y Sabiduría

Jesús nos enseña las claves para vivir con fe y adquirir sabiduría, herramientas esenciales para alcanzar la verdadera felicidad. Él nos muestra que quienes lo siguen y meditan en su palabra encuentran el camino hacia una vida plena, guiada por la confianza en Dios y la paz interior.
La fe y la sabiduría son dos pilares fundamentales en nuestra relación con Dios. A través de ellas comprendemos que todo lo que sucede en la tierra está bajo su divina voluntad. Si vivimos con integridad, siguiendo el ejemplo de Jesús, no tendremos nada que temer, ni siquiera en el día del juicio final. La voluntad de Dios es que seamos santos, y la santidad se alcanza al vivir como Jesús nos enseñó: con amor, humildad y obediencia a su palabra.
Meditación
Jesús nos llama a confiar plenamente en él y a vivir con la seguridad de que su voluntad siempre busca nuestro bien. Vivir como Jesús significa actuar con rectitud y mantenernos firmes en la fe, aun cuando enfrentemos dificultades y persecuciones. Si dejamos que él sea nuestra guía, podremos vivir en paz, sabiendo que estamos en el camino correcto hacia la vida eterna.
Jaculatoria
Señor Jesús, Hijo de Dios,
Ten piedad de mí, yo pecador.
Oración
Señor, dame la fuerza para vivir lo que tengo que vivir.
Señor, dame la sabiduría para saber cómo actuar.
Y que Jesucristo, el Señor, sea siempre mi viga de amarre.
Amén.
El fuego que no se apaga en el corazón
En el tejido secreto de la existencia, la cábala nos recuerda que cada alma desciende al mundo con una chispa eterna y un sendero que debe recorrer. No venimos a esta vida para pasear entre certezas, sino para revelar la luz que yace oculta en medio de las pruebas. Porque la verdad espiritual no se forja en tiempos de calma, sino en los momentos en que el viento arrecia y el alma parece quedar desnuda ante lo desconocido.
Cuando la vida nos exige más de lo que creemos tener, no es un castigo, sino una llamada profunda a despertar la fuerza interior que Dios sembró en nosotros. La cábala enseña que en cada desafío se oculta una porción de luz que solo puede liberarse si el corazón permanece firme. No se trata de resistir con orgullo, sino de sostener la fe como quien abraza una llama sagrada que no puede apagarse.
La estabilidad del alma no nace de lo que poseemos, sino de lo que somos capaces de mantener en pie cuando todo parece desmoronarse. Y es allí, en esa hora silenciosa donde solo queda Dios y el propio espíritu, cuando descubrimos que ninguna oscuridad externa puede quebrar a quien vive desde la verdad de su ser.
La vida es un escenario donde las circunstancias cambian, pero la fidelidad a la luz no puede titubear. Cada palabra que decimos, cada elección que hacemos, cada acto que brota desde la conciencia, es un testimonio de quién guía realmente nuestra historia. Porque quien persevera sin perder su alma se convierte en un faro, y la luz que resguarda en su interior lo conduce hacia su destino.
No estamos llamados a temer, sino a permanecer. No estamos hechos de fragmentos frágiles, sino de eternidad respirando en cada paso. Cuando el mundo se agite y todo parezca incierto, recuerda: lo que nace del Espíritu no puede romperse. Quien persevera desde la luz conquista su vida, porque ya no depende del tiempo, sino de Dios.
Sigamos el ejemplo de Jesús y caminemos con la certeza de que su plan es perfecto, incluso cuando el sendero parezca velado por el misterio. Al vivir desde la fe, despertamos en nuestro interior el emuná que sostiene el alma y permitimos que la luz de nuestro tikún se revele paso a paso. Así, enfrentamos los desafíos con valentía y avanzamos hacia la santidad para la que fuimos creados. Porque quien permanece en Él descubre que nada, ni en la tierra ni en los cielos, puede separarlo del infinito amor de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,12-19):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»
Palabra del Señor.