Toma la mano de Jesús

Jesús nos enseña a hacernos humildes de corazón para que así podamos escuchar a Dios y hacer su voluntad.
Por eso, toma la mano de Jesús para que sea tu guía y maestro en el camino hacia la vida eterna, y recuerda que solo una cosa es importante: la salvación de tu alma.
El alma que vuelve a buscar la luz
Hay palabras que, cuando llegan al corazón, despiertan memorias antiguas. No recuerdos de esta vida, sino ecos más profundos, como si el alma reconociera un sendero que ya ha caminado. La cábala habla de esto sin temor: el gilgul, el tránsito del alma a través de múltiples existencias, es parte del misterio con el que Dios pule Su obra hasta que brille como Él la soñó.
Desde esa mirada, no resulta extraño sentir que una vida no basta para completar el tejido de nuestra misión. El alma desciende una y otra vez, no como castigo, sino como oportunidad; no como carga, sino como compasión divina. Cada existencia es una nueva puerta para corregir, amar, reparar, elevar y, sobre todo, escuchar la voz que nos llama desde dentro.
En ese horizonte, la idea de que un alma pueda regresar no destruye la fe: la ensancha. Nos revela que la historia humana es más vasta que nuestro pequeño calendario y que el Creador trabaja con una paciencia infinita para llevarnos a nuestro verdadero estado.
La cábala enseña que todo vuelve a su raíz. Nada se pierde, nada se olvida, nada queda inconcluso. Y cuando una vida toca a su fin, la luz que alcanzamos permanece, y lo que falta retorna, buscando su plenitud.
Por eso, cuando intuimos que hemos vivido antes, quizá no sea imaginación: tal vez sea el alma recordándose a sí misma, reconociendo su propio rastro, entendiendo que la eternidad no es un destino final, sino un proceso sagrado.
Así, lo importante no es cuántas veces hemos venido, sino cuánto dejamos que la luz nos transforme cada vez. Porque el propósito siempre es el mismo: despertar, reparar, y volver al abrazo del Eterno con un corazón más puro que ayer.
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Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,11-15):
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo.
El que tenga oídos, que oiga».
Palabra del Señor.