Jesus es misericordia

Jesús nos enseña a vivir en amor.
Con su ejemplo nos muestra siempre el camino de la compasión. Nos sana y nos alimenta, demostrándonos su confianza en Dios.
Entonces confía tú también en Dios, tu Padre, quien es dueño de todo y quiere que compartas su bondad y su amor.
El Pan que Desciende del Alma
Jesús se eleva al monte, y desde esa altura sagrada deja que la misericordia fluya como un río que no conoce fronteras. Allí, donde el cielo parece rozar la tierra, Él revela un secreto antiguo: el alma solo se expande cuando da, porque la Luz divina —la Or Ein Sof— se multiplica al compartirse.
La cábala nos enseña que todo acto de bondad es un canal, un tzinór, por el cual la Luz se derrama sobre el mundo. Y Jesús, al sanar y alimentar a la multitud, nos muestra cómo abrir ese canal: con un corazón que confía plenamente en Dios, con una fe que no calcula, con un amor que no teme.
El milagro de los panes no es solo la multiplicación material, sino la expansión espiritual. Es el shefa, la abundancia celestial, descendiendo hacia quienes están dispuestos a recibir desde la humildad y a dar desde la compasión. Porque donde hay entrega sincera, el universo se abre.
Así, Jesús nos invita a vivir como Él: transformando nuestro klé, nuestro recipiente interior, para que pueda contener y transmitir más Luz. Y cuando confiamos en Dios como un Padre que cuida, sostiene y provee, descubrimos que la verdadera riqueza está en participar de su bondad.
Bienaventurado el que comparte, porque participa del milagro eterno: ser un instrumento de la Luz infinita en un mundo que siempre tiene hambre de amor.
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Lectura del santo evangelio según san Mateo (15,29-37):
En aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».
Los discípulos le dijeron:
«¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».
Jesús les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron:
«Siete y algunos peces».
Él mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.
Palabra del Señor.