Jesús, con su ejemplo, nos enseña el poder de la oración: un espacio personal para conectarnos con Dios en intimidad, en el que podemos hablar con Él, nuestro Padre Celestial, y que nos permite reflexionar y discernir cuál es su voluntad.
Entra en oración y deja que Jesús te toque y sane con su fuerza de amor.
En tu momento de oración, reflexiona sobre cuáles son los rasgos de tu carácter que te llevan al pecado y pide a Jesús su intervención para sanar y vivir en santidad, siendo consciente de que, si vives como un justo, vivirás mejor, sabiendo que sin transgresiones no hay tribulaciones. Esa es la voluntad de Dios.
La montaña interior: oración y revelación
El Evangelio nos muestra a Jesús subiendo al monte para orar. Allí, en soledad y silencio, se abre al Padre en intimidad. Esta imagen nos revela un camino profundo: antes de actuar, antes de hablar, Jesús se sumerge en la oración.
En la cábala aprendemos que toda acción visible nace primero en lo invisible. Lo que sucede en lo alto de la montaña es la raíz espiritual de lo que después florece en el llano: los apóstoles elegidos, los enfermos sanados, las multitudes consoladas. La montaña no es solo un lugar físico, es símbolo de la elevación del alma que se aparta del ruido para escuchar la voz de Dios.
Aquí entra la práctica de la hitbodedut, la oración personal en aislamiento. En ella, el alma habla con Dios como un hijo habla con su padre, sin fórmulas, sin máscaras. Es un despojo de todo lo accesorio para encontrar la esencia: nuestra conexión viva con el Creador. Jesús mismo nos muestra que la fuerza de su misión no proviene de la multitud, sino de ese encuentro secreto en lo alto de su montaña interior.
La cábala enseña que el mundo se sostiene en la unión del cielo y la tierra. La oración es ese puente. En la hitbodedut, unimos lo profundo de nuestro corazón con la raíz divina que nos sostiene. Es ahí donde se decide nuestra vida, donde recibimos dirección, donde somos transformados.
Si quieres discernir tu camino, si quieres fuerza para vencer el pecado o para sanar tus heridas, sube también a tu montaña interior. Busca un lugar de silencio y habla con Dios como Jesús lo hizo. En esa intimidad, descubrirás que la verdadera sanidad y la verdadera misión nacen siempre en la oración.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,12-19):
En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salta de él una fuerza que los curaba a todos.
Palabra del Señor.