
Deja que el Espíritu de Jesús se encarne en ti y hazte su discípulo, para que también tú seas templo de Dios.
Vive una vida de fe, caminando según la Palabra divina. No temas si alguno intenta destruirte, porque el templo de Dios es santo y será levantado. Cuida, pues, tu templo —tu cuerpo—, morada sagrada donde habita el Espíritu de Dios.
El Templo Interior
Cuando Jesús expulsa a los mercaderes del Templo, no solo limpia un edificio sagrado, sino que revela el misterio más profundo del alma humana. En lenguaje de la Cábala, el Templo representa el cuerpo, y el Santuario, el corazón donde habita la Shejiná, la Presencia Divina.
Cada uno de nosotros es un microcosmos del universo: una morada donde el Espíritu de Dios desea reposar. Pero, con el paso del tiempo, los pensamientos egoístas, las pasiones y los deseos del mundo se convierten en mercaderes que ocupan el atrio interior. Jesús, al purificar el Templo, nos enseña a expulsar de nuestra alma todo lo que impide que la Luz fluya desde el corazón hacia lo alto.
La Cábala enseña que dentro de cada ser hay un fuego sagrado, una chispa de lo Divino —el nitzotz— que anhela volver a su Fuente. Cuando Jesús dice: “Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré”, habla del misterio de la regeneración espiritual: del poder del Espíritu para reconstruir lo que el mundo ha intentado profanar. No se trata solo de su resurrección, sino también de la posibilidad de que el alma renazca en la pureza del Espíritu.
Cada vez que oramos con sinceridad, limpiamos el Templo interior; cada vez que perdonamos, levantamos un muro caído; y cada vez que amamos, encendemos la Luz que habita en el Lugar Santísimo de nuestra alma.
Por eso, cuida tu cuerpo como un santuario, cuida tus pensamientos como incienso sagrado, y permite que el Espíritu de Jesús habite en ti. Porque el verdadero templo de Dios no está hecho de piedra, sino de carne viva, de corazones encendidos en fe.
Lectura del santo evangelio según san Juan (2,13-22):
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Palabra del Señor.