Jesús nos enseña la voluntad de Dios formándonos en la Fe. La Fe es creer en Dios y creer que todo lo que nos sucede en esta vida terrenal es para el bien de nuestra alma. En Lucas 11,29-32, Jesús nos recuerda que no necesitamos más signos de amor que los que ya hemos recibido a través de la creación que nos rodea y Su Palabra.

Pero, ¿qué tiene que ver esto con la historia de Jonás?

Jonás, un profeta desobediente, embarcó en un viaje lleno de tribulaciones debido a su propia transgresión. La Biblia relata que fue expulsado de la barca por su propia culpa. Es un recordatorio de que nuestras acciones tienen consecuencias, y muchas veces, estas consecuencias son fruto de nuestra propia elección.

Sin embargo, también es una historia que nos muestra la misericordia de Dios. A pesar de la desobediencia de Jonás, Dios proveyó un pez gigante para salvarlo de las aguas turbulentas. Esto nos muestra que, aunque Dios puede indultar a un ser humano, no debemos dar por sentado Su misericordia. La misericordia de Dios no es un salvoconducto para vivir sin responsabilidad o arrepentimiento.

Recordemos siempre que sin pecado no hay tribulaciones. Nuestras acciones y decisiones pueden llevarnos a situaciones difíciles, pero es en esos momentos que nuestra Fe debe fortalecerse. En lugar de desesperarnos, debemos recordar que Dios nos ha dado las herramientas para enfrentar las tribulaciones y superarlas.

Observemos a nuestro alrededor y contemplemos la grandeza de Dios en todo lo que nos rodea. Desde la maravilla de la creación hasta las pequeñas bendiciones diarias, todo es un signo de Su amor. Agradezcamos por todo, reconociendo que no necesitamos más pruebas de Su amor.

Si deseamos una vida buena en este mundo, debemos hacer el bien. Siguiendo la palabra de Dios, amando a nuestro prójimo y viviendo con Fe, encontraremos el camino hacia una vida plena. Si anhelamos que el Señor realice un milagro en nosotros, depositemos nuestra confianza y amor en Él. Cuantas veces sea necesario, repitamos con humildad y sincero corazón: «Jesús, yo confío en Ti.»

Así, siguiendo el ejemplo de Jonás y recordando la enseñanza de Jesús en Lucas 11,29-32, podremos caminar con confianza, fortaleza y Fe en nuestro viaje espiritual.

 

Recibir a Jesús en nuestras vidas es un compromiso profundo y significativo. No se trata simplemente de buscar lo sobrenatural o esperar milagros constantes, sino de comprometernos a llevar una vida de bien siguiendo Sus enseñanzas. La Fe en Jesús implica más que una creencia pasiva; es un llamado a la acción, a reflejar Su amor y gracia en todas nuestras interacciones diarias.

Si bien es cierto que lo sobrenatural puede manifestarse en nuestras vidas, no debemos olvidar nuestra misión fundamental: vivir conscientemente y en armonía con las enseñanzas de Jesús. Como Él nos ha amado, así debemos amar a los demás. La medida que usemos con los demás, la usarán con nosotros. Esta es una verdad universal que nos recuerda la importancia de la compasión, la empatía y el perdón en nuestras vidas. Si deseamos recibir el amor y la gracia de Dios, debemos estar dispuestos a extenderlos a los demás.

Entonces, cuando enfrentemos tribulaciones y desafíos, recordemos que nuestra Fe en Jesús nos guía a actuar con bondad y generosidad. No importa cuán difícil sea la situación, podemos encontrar fuerza en Su enseñanza y seguir adelante con la seguridad de que estamos cumpliendo con nuestra misión divina: amar y servir a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

 

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