En este comienzo de año, mientras reflexionamos sobre nuestras metas y propósitos, el Evangelio según Marcos (2,18-22) nos invita a profundizar en la importancia de la renovación del corazón como camino hacia la felicidad y la salvación del alma. Aunque el pasaje se centra en el tema del ayuno, la verdadera enseñanza de Jesús radica en la transformación interior que nos conduce a una vida plena.

Jesús nos revela la voluntad de nuestro Padre Celestial al ofrecernos un nuevo corazón, un corazón capaz de experimentar la alegría como expresión de gratitud en todo momento y lugar. La búsqueda de la salvación del alma se convierte así en un viaje que inicia en nuestro interior, sembrando buenos sentimientos y aceptando con amor cada experiencia que la vida nos presenta.

«Vive con alegría, porque esa es la voluntad de Dios, que seas feliz viviendo alegre, dando gracias en todo lugar y todo momento. Acepta todo con amor y vive alegre», son las palabras de Jesús que resuenan en nuestros corazones como un llamado a una vida plena y dichosa.

En este nuevo año, recordemos el Salmo 49,8-9.16bc-17.21.23, que nos promete la visión de la salvación de Dios para aquellos que siguen el buen camino. Renovar nuestro corazón es más que un propósito de año nuevo; es una invitación divina a experimentar la vida de una manera transformadora.

Jesús, al centrarse en la renovación interior, nos enseña a llevar una vida llevadera y a cumplir las leyes divinas. Su mensaje no es la abolición de la ley, sino la revelación de su cumplimiento a través de un corazón renovado.

En este inicio de año, permitámonos la oportunidad de renovar nuestro ser, sembrando en nuestro corazón la semilla de la alegría y el amor. Así, atraeremos lo bueno de esta vida mientras nos encaminamos hacia la eternidad, cumpliendo con las leyes divinas y asegurando la salvación de nuestras almas.

Que este año nuevo sea el tiempo propicio para escuchar el llamado de Jesús a la renovación del corazón y vivir una vida en armonía con la voluntad de nuestro Padre Celestial. En cada paso, recordemos: «Al que sigue buen camino, le haré ver la salvación de Dios» (Salmo 49,8).

Que la luz de la renovación ilumine nuestro camino y nos guíe hacia una vida plena, llena de amor, alegría y la seguridad de la salvación eterna. ¡Que así sea!

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