
Jesús vino al mundo para revelarnos el amor de Dios y para quedarse con nosotros.
Deja tú también que el Espíritu Santo descienda sobre ti y habite en tu interior, para obrar conforme a la voluntad de Dios y permitir que Jesús nazca en tu corazón.
Sigue el ejemplo silencioso y luminoso de san José: sé prudente, justo y obediente.
El amor todo lo puede.
Recuerda las palabras de Jesús:
«Misericordia quiero y no sacrificios».
El Silencio que Confía
Hay misterios que no se explican, se acogen.
Así ocurre cuando la Luz decide habitar la vasija humana y el alma debe elegir entre el miedo y la confianza.
Desde la sabiduría de la cábala, sabemos que todo descenso de la Luz requiere un kli dispuesto. San José representa ese recipiente limpio: no discute con su razón, no lucha con su orgullo, no exige señales interminables. Su justicia nace del bitajón, la confianza absoluta en el Creador. Por eso el cielo puede hablarle en sueños, donde el ego calla y la verdad desciende.
El Espíritu que cubre, como la Shejiná, no irrumpe con ruido, sino con presencia. Allí donde el alma se vacía de control, la voluntad divina encuentra morada. Jesús no nace en un corazón agitado, sino en uno que acepta el misterio sin endurecerse.
La cábala enseña que el amor es la fuerza que unifica las sefirot, el puente invisible que ordena el caos. Cuando el ser humano elige la misericordia sobre el sacrificio, restablece el flujo de la Luz. No es el esfuerzo lo que redime, sino la alineación interior.
Así, cada alma está llamada a repetir este nacimiento: permitir que la Luz tome forma dentro, obedecer sin temor, amar sin condiciones.
Porque cuando hay amor verdadero, el juicio se transforma, la oscuridad retrocede y Dios encuentra descanso en el corazón humano.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,18-24):
La generación de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por medio del profeta:
«Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo
y le pondrán por nombre Emmanuel,
que significa “Dios-con-nosotros”».
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.
Palabra del Señor.