En el Evangelio según Marcos (1,29-39), encontramos un pasaje revelador que nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado de servir de corazón. Jesús, nuestro guía espiritual, nos brinda un ejemplo claro de cómo debemos dedicarnos al servicio a través de sus acciones y palabras.
En este pasaje, vemos a Jesús sanando a la suegra de Simón Pedro y a muchos otros que estaban enfermos. Su compasión y deseo de hacer el bien no conocen límites, y su servicio es ofrecido con un corazón puro. Es un recordatorio de que el servicio genuino se lleva a cabo no solo con nuestras manos, sino con el corazón comprometido a hacer la voluntad de Dios.
Jesús no se limita a un lugar específico; su ejemplo nos insta a llevar nuestro servicio a todas partes, a todo el reino. Nos anima a trascender las fronteras físicas y emocionales, extendiendo nuestras manos para ayudar a todos los que necesitan amor y compasión.
La enseñanza más profunda que extraemos de este pasaje es la importancia de agradecer a Dios en todo momento. Jesús, a pesar de su divinidad, se conecta constantemente con el Padre Celestial, reconociendo que toda acción de servicio es un regalo divino. Siguiendo su ejemplo, debemos ofrecer nuestras acciones con gratitud, reconociendo la presencia de Dios en cada acto de bondad.
«Haz el bien y no mires a quien» es una máxima que resuena a lo largo de los tiempos. Jesús nos alienta a trascender prejuicios y juicios, a ser instrumentos de bien en manos de Dios. Al seguir su ejemplo, abrimos nuestro corazón a la universalidad del servicio, reconociendo que cada acto positivo contribuye a la construcción del reino de Dios en la Tierra.
Que nuestras vidas sean un testimonio de servicio de corazón, un reflejo del amor y la compasión que Jesús nos mostró. Que, al igual que él, podamos llevar nuestro servicio a todas partes, difundiendo la luz de la bondad y haciendo la voluntad de Dios en cada rincón del mundo.
Que nuestro servicio sea una expresión de agradecimiento a Dios, y que podamos inspirar a otros a seguir el camino del servicio desinteresado. En cada acto de bondad, estamos construyendo el reino de Dios y manifestando el amor divino en la vida cotidiana.
¡Haz el bien y no mires a quien, dando gracias a Dios en cada paso del camino!