Por que te afanas por lo material si todo en esta vida es pasajero? Recuerda que solo una cosa es importante, y es la vida eterna.

«El que tenga oídos para oír, que oiga.», pues los secretos del Reino de los Cielos son revelados a quienes entregan su vida a Dios. Por eso recibe y sigue a Jesús, tu Señor, escuchando y aplicando su palabra.

Tú, fijas tu atención? … En el Reino de los cielos? o en los afanes de la vida?

En el Evangelio de Marcos (4,1-20), Jesús comparte la poderosa parábola del sembrador, transmitiendo un mensaje profundo sobre la verdadera esencia de la vida. En medio de la narrativa, resuena una exhortación impactante: «El que tenga oídos para oír, que oiga.» ¿Estamos realmente prestando atención al mensaje que Jesús nos quiere comunicar?

Jesús nos invita a reflexionar sobre nuestras prioridades y a cuestionarnos: ¿Por qué nos afanamos por lo material cuando todo en esta vida es pasajero? Enfócate en lo esencial: la vida eterna. La parábola del sembrador revela que el secreto del Reino de los Cielos se desvela a aquellos que entregan su vida a Dios.

««El que tenga oídos para oír, que oiga.»» Estas palabras resuenan como un llamado urgente a abrir nuestro corazón a la verdad divina. Aquellos que se entregan a Dios, escuchando y aplicando Su palabra, descubren los secretos del Reino. ¿Estamos dispuestos a ser receptivos a este llamado?

Te invito a cuestionarte: ¿Dónde fijas tu atención en esta vida? ¿En los afanes temporales o en la búsqueda del Reino de los Cielos? La parábola nos impulsa a reflexionar sobre nuestras prioridades y a recordar que todo en esta vida es efímero. ¿Estamos sembrando en la buena tierra, es decir, en la espiritualidad que perdura?

La parábola nos enseña que llevar una vida espiritual implica sembrar esa misma espiritualidad en nuestro ser. Aunque vivimos en un mundo de acción, donde perseguimos nuestros anhelos y trabajamos, es esencial recordar que todo debe estar alineado con la voluntad de Dios. «Buscad primero el reino de Dios que todo viene por añadidura.»

En nuestra travesía terrenal, recordemos que todo es pasajero. La parábola del sembrador nos guía a sembrar la semilla de la espiritualidad, priorizando la vida eterna sobre lo efímero. Al hacer la voluntad de Dios, encontramos el camino hacia el Reino de los Cielos, llevando una vida que trasciende el tiempo y abraza la eternidad.

Reflexiona sobre tus prioridades y el enfoque de tu vida. ¿Estás sembrando en la buena tierra, en el Reino de los Cielos, o te afanas por lo pasajero? Que esta parábola sea una guía para cultivar una vida centrada en la eternidad y en la voluntad divina.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,1-20):

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla.
Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: «Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»
Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
Él les dijo: «A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que, por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen.»»
Y añadió: «¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»

Palabra del Señor.

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