Jesús, con su oración, nos revela la unidad con Dios, nuestro Padre Celestial; una unidad que alcanzamos cuando vivimos como Él nos enseñó.
Para permanecer unidos, debemos vivir en la fe, con alegría y amor, aceptando la voluntad de Dios.
Por eso, guardaos del mal, meditad junto a Jesús antes de actuar y vivid en oración, decidiendo siempre seguir el camino del bien.
Ten presente que quien no vive según la lógica del mundo es santificado en la verdad; y quien vive en la verdad, vive en Dios.
—
«Para que sean uno, como nosotros somos uno» (Jn 17,11)
Cuando Jesús ora al Padre diciendo: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me diste, para que sean uno como nosotros”, nos está recordando la misma verdad eterna que proclama el Shemá Israel:
“Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor es uno” (Deuteronomio 6,4).
Desde la perspectiva de la Cábala, esta unidad no es sólo un concepto teológico, sino una realidad espiritual que abarca toda la creación. En lo profundo del alma, cada ser humano lleva una chispa divina, un netzotz, que anhela retornar a su origen: la Fuente Única. Jesús, en su oración, no nos habla solo de unidad entre personas, sino de la unión con Dios mismo, una unión que se alcanza cuando vivimos en la verdad y en la fidelidad a la voluntad divina.
La Cábala enseña que cuando cumplimos las mitzvot (los mandamientos), reparamos el alma y elevamos el mundo: es el proceso del tikkun. Jesús no vino a abolir esa enseñanza, sino a revelarla en su plenitud. Su vida fue el ejemplo perfecto de alguien que vivió cada mitzvá con amor, con fe y con entrega total al Padre. Por eso pudo decir: «Yo santifico por ellos mi vida, para que ellos también sean santificados en la verdad.» (Jn 17,19).
Vivir unidos a Dios no es un estado místico lejano, sino una decisión diaria: vivir con fe, con alegría, con amor, y caminar por el camino del bien. Cuando decidimos rechazar el mal y actuar desde la conciencia divina que habita en nosotros, nos alineamos con esa Unidad que proclama el Shemá. Ya no vivimos por nuestra voluntad separada, sino que entramos en la corriente del Amor único y verdadero de Dios.
Jesús nos enseña que Dios es Uno y que cuando vivimos en la verdad, cumpliendo su voluntad, también nosotros somos uno con Él.
—
Lectura del santo evangelio según san Juan (17,11b-19):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»
Palabra del Señor.