La esencia de la vida esta en reconocer a Dios como nuestro Padre que esta en los cielos y gobierna sobre toda situación.

La dicha esta en vivir esta vida de acuerdo a la palabra de Dios confiando en lo que acontecerá.

Esto es vivir con Fe.

Por eso vive alegre y en paz, porque Dios tiene un plan perfecto para tu alma.

El secreto para vivir alegre es ser agradecido y para vivir en paz es vivir de acuerdo a lo que Jesus nos enseño.

«¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.»

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Reflexión: Los ojos del alma y la visión de los justos

Hay una visión que no proviene de los ojos del cuerpo, sino de los ojos del alma. Esa es la mirada de los que han aprendido a ver a Dios en todo lo que acontece. Jesús hablaba de esos ojos cuando dijo: “Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis”, porque no se refería a una visión externa, sino a una revelación interior, al despertar del alma que reconoce la presencia divina en el fluir de la vida.

En la cábala se enseña que el mundo visible es apenas una vestidura de la Luz. Detrás de cada suceso, detrás de cada encuentro, detrás incluso del dolor, hay una chispa del Infinito esperando ser reconocida. Ver con los ojos del alma es percibir esa chispa, entender que no hay casualidades, que todo es parte del plan perfecto del Creador.

Los profetas y los reyes que menciona Jesús representan los niveles del alma que buscan, que anhelan la visión divina pero aún no han despertado a ella. Quien vive con fe y gratitud abre su visión interna y comienza a ver el mundo como lo ve Dios: no como una sucesión de azares, sino como una sinfonía perfectamente orquestada por Su Voluntad.

El alma que confía y se entrega vive en paz, porque ha comprendido que nada escapa a la Mano del Altísimo. Vive en alegría, porque ha reconocido que cada instante —aun el más oscuro— es un vehículo de revelación.

Por eso la cábala nos enseña que la verdadera alegría no se alcanza por lo que poseemos, sino por lo que comprendemos. Y la paz no proviene del control, sino de la entrega.

Cuando el alma logra ver con estos ojos —los ojos del espíritu—, entonces se cumple la dicha de la que habló Jesús: ver lo que muchos desearon ver, oír lo que muchos buscaron oír.
Porque quien ve a Dios en todo, ya ha encontrado el Reino dentro de sí.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,17-24):

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»
Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»
En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.»
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.»

Palabra del Señor

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